Hoy al dar la vuelta con las perras casi llegando a mi casa me encontré con una mujer despeinada, con los ojos llenos de lagañas y desorientada me preguntaba por una calle pero no sabía llegar, le hacía preguntas y contestaba otras cosas, me dio miedo pensar que seguramente tendría alzheimer!
Le indiqué la calle pero me preocupaba dejarla irse sola, así que le pedí si se podía esperar en mi portal, yo subía y bajaba enseguida, solo era para dejar las perras en casa y la acompañaba a su casa.
De camino estaba ya que se desvanecía, no sabía cuánto rato llevaba dando vueltas, nos lo tomamos con calma y al llegar ya a su calle me dijo la numeración pero aún así que ya estabamos llegando quería un taxi porque no se aguantaba.
Me acerqué a un taxi en la parada pero que estaban de huelga, le expliqué que me la había encontrado mucho más abajo y que no me parecía que estubiera bien si me podía ayudar, el chico muy amable la apoyo en su taxi, entre los dos la convencimos que nos dejara su monedero para llamar a su hija, Amelia que así se llama preocupada por asustar a la hija, el taxista llamó y enseguida venía la cuidadora, buscamos un banco y ahí le indicamos nuestra posición.
Amelia iba hablando de sus cosas, sus recuerdos y se daba cuenta que ahora habían cosas que se le olvidaban y que le iba a decir pues que a todos nos pasa alguna vez que no se preocupara que ahora venian enseguida a por ella, me explicó que tenía dos hijas Mª Cruz y Mª Carmen y se alegro en saber que yo también tenía una niña y un bebé en camino. Su frase fue: los hijos dan muchas alegrias pero también mucha guerra. Me hizo gracia porque aún que le fallase la memória cuánto razón llevaba.
Le sabía mal por si yo estaba perdiendo el tiempo por quedarme con ella y que ahora su hija le iba a echar la bronca. No mujer no se preocupe que hemos hablado con ella y ahora está tranquila de saber donde está.
Enseguida vino la cuidadora quejándose que cada día el chófer la devolvía a una hora distinta que ella se había bajado a comer y que venía con la comida en el cuello, asombrada me quedé con su respuesta y le dije bueno ahora Amelia estaba bien yo la he encontrado. Nos despedimos con una sonrisa y después de un rato la cuidadora me dió las gracias.
No tiene que ser fácil ser la cuidadora pero le aconsejaría a sus hijas que se buscaran a otra.
Aún recuerdo cuando mi yaya me sacó un día para desayunar la bandeja de carne y la de pescado para que escogiera que quería poner en el bocadillo, no se acordaba de mi pero era llegar a verla y siempre me decía la misma frase: hay nena que manos más frías tienes.
Y para mi ya sabía que aún que no supiera como me llamaba al menos me consolaba que recordara mis manos frías.
Esta história al menos ha tenido un final feliz y seguramente Amelia estará sentada en su casa en una butaca descansando mirando la televisión sin saber lo ocurrido.
Como ha dicho el taxista: Hoy ya hemos hecho nuestra gran obra del día!
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